Pirulo siempre fue inquieto, le gustaba formar parte de la comparsa, hacer las carrozas y crear movimientos en las figuras. Con su redoblante en mano y su alegría desbordante, supo cosechar grandes amistades que se prolongaron hasta su partida.
Lo que dejó en el espíritu marabucero, es el aporte de sus hijos, quienes desde chicos forman parte de la comparsa. Gustavo que desde su pecho, con un gran tatuaje del logo de marabú, demuestra su fanatismo hacia la comparsa. Horacio que todos los años acompaña a la escuela de samba y Lorena, que borda trajes imponentes para las chicas de Marabú.
Si bien hoy Pirulo ya no está entre nosotros, queda su enseñanza, su pasión por la comparsa y su valor de ser, simplemente, un marabucero.
jueves, 24 de julio de 2008
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